Me vais a permitir que pase directamente a criticar, que es lo que me gusta. Vuelapluma ya os habló de este libro hace unos días, así que esta vez os ahorro los datos editoriales y el resumen. De todas maneras, ahí tenéis toda la información completa.
Opinión:
Lento. Aburrido. Mucho. Quizá ha sido que no fue paladeado suficiente, que en una tarde no puede disfrutarse o, simplemente, que es un libro pesado; sea como fuere las páginas se me han hecho más largas que de costumbre. Después de sobrevivir a Proust, Pío Baroja ha conseguido acabar con mis ganas de leer autores de renombre durante un tiempo. Es un libro por fascículos que acaban sin tener un hilo conductor definido más allá de la descripción —que encontramos por todos los lados—, y por fascículos acaba también la historia: cortada y con un final que deja espacio a todo. Y es que la sensación al acabar es la de un desfile de situaciones más que una novela propiamente dicha.
Manuel es un muchacho que llega a Madrid desde el pueblo a ganarse la vida. En su particular busca se cruzan las malas compañías, que junto con su situación personal le arrastran hacia los bajos fondos, donde vive como un delincuente. La obra se centra en esos momentos concretos que modifican el perfil que tenemos del personaje, para acabar con la promesa del personaje de que cambiará su vida a mejor.
Personalmente no creo que sea tan brillante como para enmarcarlo entre las hojas imprescindibles de la literatura española. Es más, me parece bastante flojo en el momento en el que intenta trascender la descripción (muy detallista) para adentrarse en una trama demasiado lineal, sin sorprender verdaderamente en ningún momento. Destaca una visión documental sobre el Madrid de finales del XIX: clases sociales, barrios y actitudes.
En resumen La Busca me ha dejado indiferente. Ni para bien ni para mal, me ha parecido uno más entre el montón. Y perdóneme la compañera, que considera que poner notas bajas a clásicos es pecado.